Seguidores

martes, 17 de noviembre de 2009

De hormigas, invasiones y reflejos


No hay peor ciego que el que no quiere ver.
Entre bocanadas de humo, Pablo me pregunta por las hormigas que inundan mi terraza. La pregunta me inquieta e intento cambiar de tema de conversación. El calor de noviembre, el azahar que vuelve a brotar en mi naranjo, el barco secuestrado en un mar sin dioses...
Pablo, vuelve a besar su cigarro y me insiste en las hormigas. Me avergüenza sincerarme con él y hablarle de su nuevo hábitat. Te contaré a ti que me lees, y no le digas nada a Pablo, que les abrí la puerta del ático, que las incité a que entraran en el salón engañándolas con bolitas de azúcar, que son decenas, centenares, millares de hormigas las que construyen ahora, en el centro de mi salón, el gran hongo atómico que destruirá mi pasado. Henchidas de sangre y con sus abdómenes a punto de explotar, comienzan a planear la invasión de mi cuerpo introduciéndose por la zona más apetitosa para ellas: los ojos.......cof, cof, cof
Pablo, después de una enorme bocanada de humo, empieza a toser. Le miro, le golpeo suavemente la espalda para conseguir su alivio y, casi besándole, le susurro al oído: Mi querido Pablo, te contaré la verdadera historia de las hormigas, pero cierra los ojos. Deja de mirar y de ver. Esta historia no se oye, ni se mira, ni se vive..........sólo se sueña en el reflejo de esta navaja de afeitar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ecos en La Isla