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martes, 13 de julio de 2010

La Isla de Redonda


A 16º 56´latitud norte y 62º 21´longitud, muy cerca de las Islas de Antigua y Barbuda existe otra pequeñísima isla llamada Redonda. En tan sólo una extensión de 3 km2, los alcatraces, la ratas y unos cientos de lagartos conviven en compañía de un diurno sol abrasador y un manto de insinuosas estrellas nocturnas. No hay nada más.

Así de simple sería de todo, si no fuera por el escritor y periodista: Javier Marías.

Hace unos diez años descubrí, en uno de sus artículos, la existencia de esta pequeña tierra circular. Desde el año 1997, Javier Marías, ostenta la más alta representación de La Isla de Redonda. Entren en este enlace y disfruten.

Todo esto viene a cuento por la controversia que ha surgido con el posible cambio de nombre a nuestra triste ciudad. La web del Foro de Ciudadanos por La Isla, propone en uno de sus últimos comentarios, el cambio de topónimo para nuestro pueblo. No me parece mal idea. Realmente todas las ideas nuevas, revolucionarias e innovadoras, me seducen. En este caso y, aprovechando el bicentenario, proponen volver de nuevo al nombre de Isla de León.

Mi amiga Alba sugiere en su blog el nombre de La Isla, a secas. No sé, no sé. Yo diría que, aunque resulta un nombre muy romántico y novelesco, la denominación queda un poco coja.

Evidentemente, no voy a sugerir el nombre de este blog para mi ciudad. Julio Verne, debería darnos permiso y, aunque el calificativo de "misteriosa" le viene como anillo al dedo, el gentilicio de "misteriosos" sonaría un poco a cachondeo.

Lo que sí está claro es que este triste pueblo no puede tener y seguir teniendo el nombre del peor rey de la historia de España. Si lo mezclamos, además, con el peor alcalde de la historia de La Isla, con el desfalco a una caja municipal más grande de toda España, con la traición más descarada a unos correligionarios políticos, con el lugar privilegiado que ostenta el general golpista y con el madero antropomorfo convertido en regidor perpetuo, conseguimos el bálsamo más inservible que nuestra imaginación pudiera sospechar.

Ya no es lástima la que empiezo a sentir por mi pueblo. Os lo juro. Empiezo, y no lo digo en broma, a sentir miedo por esta tristísima ciudad a la que tanto llegué a querer. Cierro los ojos y sólo veo penitentes descalzos por las calles, alcaldes persignándose delante de maderos, soberbia de políticos que miran hacia otro lado cuando se les exigen responsabilidades, concejales endiosados en su quemado y deforestado monte Olimpo.

Me quedo con la maravillosa Isla de Redonda. La Isla de Redonda, la más bella de todas.

Y por favor, no le hablen de ella a los de siempre. Seguro que buscarán la "cuadratura de la redonda" para engullirla por sus bocas atiborradas de gusanos pestilentes y así, poder defecar el bíblico monstruo marino que les permita vivir como Jonás, durante muchos años, dentro de sus vísceras.

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