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jueves, 24 de febrero de 2011

Viento

Viento, brisa, remolino, huracán,
levante, cierzo, ráfaga, siroco,
ventisca, torbellino, corriente, vendaval,
poniente, ciclón, aire y soplo.

Todos viven en tu terraza, agazapados y modelando las formas que galantemente ofrecen. En torres de papel erguidas hasta el cielo, descubren el paso de la danza circular que revelas a los caminantes subterráneos. Se esconden, se guardan, se adornan en tiras de tornasol. Vuelan y prometen recogerte en regazos de almohadas pulidas con terciopelo.
Cuando te asomas, desnudan sus torsos opacos, negros y preñados de puntiagudos minerales de sal.

Comienza entonces, la danza frenética del aquelarre huracanado, esperando que su dios Eolo invada cada límite de tu orilla. Gime y clama por dilapidar su linaje divino. Convertido en un mortal, te abraza y te acaricia con la pasión de los Titanes. Allí, los vientos, inundan tus pómulos de dagas afiladas y abren los surcos de tu pelo para acariciar la invisible respuesta de los ecos en los espejos.

Cansados y vencidos firmarán la tregua
bañando en sal las heridas de sus cuerpos.
Sentirán el dolor de tu cercana ausencia
convirtiendo los espacios en átomos de tiempo.


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