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viernes, 22 de abril de 2011

CÓNCAVO Y...





Rodolfo amaneció convertido en Matilda

Algo presentía después de haber comido la ensalada de canónigos la noche anterior. Había soñado lo que tantas veces le había despertado con un sobresalto: El Gran Gorila pisándole los pies y que, por aquello de la liturgia onírica, se habían transformado en enormes raquetas de tenis que le impedían correr para salvar su vida.

Rodolfo sentía y pensaba como Matilda. Tuvo un enorme deseo de mirarse en el espejo. Quería verse, contemplarse y disfrutar de sus ojos verdes mirándose. Nunca los había visto tan lindos. Rodolfo había descubierto lo que Matilda tanto le gustaba de él: pequeñas y diminutas máculas negras que adornaban el iris de sus ojos.

Sintió el impulso de acariciarse el pelo y rozar con la yema de los dedos sus labios, su cuello, su hombro y sus pechos. Presentía el calor corporal del mito de Tiresias, entendiendo así que era Matilda quien disfrutaba más en los orgasmos que compartían.

Los besos autocomplacidos, el imperio translúcido de Onás, el sueñó nocturno de orquídeas, convirtieron la imagen del espejo en una gran mancha negra donde los ojos de King-Kong atornillaron la silueta de Rodolfo en los reflejos de su propia imagen.

Quisó despegarse del espejo intentando desatornillar las esquinas de la imagen que proyectaba. Todo fue en vano. Rodolfo había descubierto que el cristal del espejo era tan fino que el propio destornillador se hundía en la superficie sin apenas tocarlo. Como el agua, como una nube, como los labios de Matilda cuando se hunden en mercurio.

Todo aquello no era él, sino Matilda. Todas esas extrañas formas blandas, ingrávidas y livianas eran visiones de ella. Era lo que sentía cuando tan sólo intuía la presencia invisible de Rodolfo.

Sólo entonces se atrevió a soplar suavemente sobre el espejo, convirtiéndolo en una enorme pompa de jabón cóncava que temblaba con cada nuevo aliento de Matilda por Rodolfo.

1 comentario:

  1. Hermoso relato con imprevisto final. Me extraña que no exista ningún comentario, ¿será por la ausencia de título? Las matemáticas nunca me gustaron.

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