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lunes, 15 de octubre de 2012

Trafalgar


No siempre apetece oír a Vángelis y menos cuando, en tan poco tiempo, decenas de cadáveres aparecen en la playa. Los menos, los cobardes que no ofrecen su vida por extraños ideales de cálices y sangre santa, alcanzan las orillas entre vómitos de pólvora y cañón. Banderas con vírgenes damiselas de papel y  salidas como perras en celo, sólo sirven para cubrir los rostros desencajados de los marineros que siembran las orillas. Terciopelo de sangre que sacia la sed de los pelícanos de La Misteriosa. Sin rendición, sin culpa y sin misericordia, los bañistas ayudan a los patriotas a morir abrazando los libros sagrados. Capítulos y versículos manchados de orina y de sudor. Los altavoces informan de la bajamar, del peligro inexistente para el baño y de la prohibición de jugar con pelotas de cuero. A los lejos, la sal (que tanto me ciega), realiza su trabajo a la perfección. Estatuas, imágenes y esculturas convertidas en un ciclón de cloruros y de sódicos lamentos. Trafalgar ha engullido a sus hijos y ha convertido en putas a cada una de la páginas que escriben su historia... ... ... ¿Es Vángelis lo que suena? 





Fotos del inquilino de La Isla Misteriosa en el cabo de Trafalgar.

2 comentarios:

  1. Impactante post. Me ha recordado la historia de la atleta somalí Samia Yosuf Omar que murió buscando un mundo mejor, y quiso hallarlo en el viejo continente

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  2. Hay lugares que guardan historias. Lugares en los que habitan las almas de los que las protagonizaron.
    En tus fotos lo que suena es el silencio. Ése que sucede a los lamentos.

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