Víctima de la furia de Eolo, Rodolfo había naufragado frente al templo de Melkart. Las Sirenas hicieron el resto. Entre espumas, sal y olas llevaron su cuerpo hasta aquella tierra inóspita para ellas. Rodolfo, desorientado y habiendo perdido completamente la memoria, pudo alcalzar la costa. Tras una decena de pasos advirtió que La Tierra volvía a ser plana, que el sistema planetario seguía siendo geocéntrico y que los monstruos que le aguardarban durante tanto tiempo más allá del Atlántico, habían sido sólo fruto de una pesadilla de verano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Ecos en La Isla